TERCER PASO: ORATIO

¿Qué nos hace decir el texto?

(hombre, casado, pertenece a movimiento cristiano)

Señor Jesús, que nos indicas el camino de la santidad definitiva,

te pusiste en fila, en la fila de la humanidad,

con sus ropas,

con su olor,

con sus miradas, a veces, sonámbulas.

Estabas con la gente, metido entre los que necesitan salvación.

¡Y el Padre te validó como el Salvador del Mundo!

¡Señor Jesús estás con nosotros:

somos gente, necesitamos salvación…

valídanos como instrumentos de tu Reino,

como sembradores de esperanza,

como personas que irradian la amable seguridad

de sentirse amados incondicionalmente,

de sentirse envidados para la alegría de la salvación,

de sentirse hijos e hijas de Dios y hermanos de la humanidad!

Señor Jesús, somos de los que desean una vida mejor.

Nos reconocemos necesitados.

No somos de la élite intelectual o religiosa

que se alimenta de las resonancias de los ecos de sus burbujas ideológicas…

No somos de los que pertenecen a comités rimbombantes

y tienen sus agendas muy llenas de reuniones de trabajo muy importantes

en lugares importantes con gentes importantes…

convocadas meses y meses antes.

No somos de los que se hacen fotos piramidales

en escaleras casi regias

que reclaman loores pectorales

autosatisfechos.

Señor Jesús: queremos ser como Tú, amigos del espíritu,

amigos de los amigos de espíritu,

amigos de los que buscan el espíritu,

simplemente.

Espíritu de santidad,

Espíritu de justicia,

Espíritu de vida autentificada.

Señor Jesús, como Tú:

compartir anhelos, camino y horizonte con los demás,

con los que buscan vida humana vivida con dignidad,

con los que buscan vida nueva,

renovada,

santificada.

Señor Jesús:

la biografía se nos llena de sombras ominosas,

de cacofonías herméticas,

de rupturas humanas que hacen que la desesperanza

se enquiste en nuestros rostros y en nuestros cuerpos

como si nuestra biografía se caligrafiara, a veces, en piedra.

Con el tiempo reconocemos que necesitamos purificación,

que necesitamos sanear de verdad nuestras costras y nuestras ronchas…

que necesitamos restaurarnos y beber de la fuente que no se seca nunca…

Señor Jesús,

tantas veces nos sentimos muy cansados

de dar vueltas sobre nosotros mismos,

de rezongar una y otra vez sobre lo mismo,

de soportarnos con nuestras mismas paparruchas…

Señor Jesús:

¿Dónde nuestro Jordán?

Seguro que no en los centros de poder,

sea cual sea su idolatría con la que, prevaricando, se autojustifican.

¿Dónde tonificarnos?

Seguro que no memorizando fidelísimamente

catecismos,

ritos,

ristras de preceptos que demarcan los supuestamente auténticos de los sospechosos.

¿Dónde sumergirnos para sanar de verdad nuestras heridas,

nuestros errores,

nuestros reincidentes pecados?

¿Dónde vivir y compartir ritos que reflejen nuestra biografía real,

que emerjan de nuestra realidad tangible y cotidiana,

que nos representen auténticamente,

que sean palabra de nuestras más auténticas palabras tan humanas?

Señor Jesús,

que se hundan en las aguas nuestros egos satisfechos,

nuestras seguridades doctrinarias,

nuestras referencias grandilocuentes,

hechura de manos humanas, demasiado humanas.

Que se hundan en las aguas nuestras vanidades,

nuestras máscaras con apariencia religiosa,

nuestros empujones a tu presencia santificante.

Señor Jesús,

que, como Tú,

escuchemos y nos tomemos en serio

esa voz que nos dice quiénes somos,

qué debemos hacer

y qué podemos esperar.

Que escuchemos esa voz

que nos implanta con confianza en el poder de lo real,

esa voz que recorre los tiempos y las culturas

haciendo brotar lo mejor de la humanidad,

esa voz que sosiega tantos y tantos corazones cansados

en estos tantos y tantos tiempos de escombros ruidosos y tóxicos.

Esa voz que empasta a los humanos en lo que son y están llamados a ser,

humanidad y humanidad.

Señor Jesús: nos da miedo el crisol,

consumirnos en el fuego,

exponernos a renacer en la fragua del Espíritu.

Nos hacemos autosoportables en nuestra zona de confort,

en nuestra zona de alcanfor,

en nuestra mediocridad que nos hace ir tirando,

poniendo parches,

autojustificando mediocridades,

contentándonos con ejercicios de enmascaramiento,

más o menos afortunados.

Señor Jesús: pero también,

de alguna manera,

intuimos la intensidad de lo real…

gracias a Ti.

Intuimos, acaso fugazmente,

por tus palabras y tus acciones,

pero indudablemente,

por qué está en marcha

este dinamismo de dinamismos que es la realidad,

qué pintamos en la vida,

cuál es nuestro lugar en el mundo,

en la historia,

en la Iglesia…

quiénes son nuestros compañeros de camino,

quiénes nos indican los destellos de luz,

quiénes nos reclaman sentido,

significado

y sensibilidad.

Quienes, en estos tiempos de púas

que dañan aún más a los dañados,

nos indican,

con sus ropas,

con su olor,

con sus campamentos de chabolas,

las santas y justas exigencias de vida,

de más vida,

de vida digna y en abundancia.

Señor Jesús: danos audacia para aceptar los signos de los tiempos,

síntomas de que el incansable Espíritu sigue haciendo emerger

destellos de vida nueva,

de vida digna,

de vida radicalmente humana.

Señor Jesús, enraízanos más en Ti:

que busquemos unirnos más a la inmensa mayoría

doliente,

gentes que fueron, son y serán

tus predilectos.

Señor Jesús,

fructifica en nosotros,

brota en nosotros,

sé el fundamento vivo

de nuestras vidas

para que colaboremos

con tu incansable vida,

con tu justa vida,

con tu santa vida.


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