¿Qué nos dice el texto?
Distintos laicos hacen una breve sugerencia para la vida seglar. Cada uno contempla el Evangelio desde una dimensión de la vida laical.
DESDE LA PAZ
(Mujer, soltera, pertenece a comunidad cristiana y movimiento laical)
En este evangelio de Lucas me siento recogida como evangelizadora laical porque el discurso de Jesús no va dirigido a los Doce sino a otro grupo numeroso de discípulos a los que envía para que colaboren con él en su proyecto del reino de Dios. Las palabras de Jesús constituyen una especie de carta fundacional donde sus seguidores han de alimentar su tarea evangelizadora. La Iglesia está marcada por el envío de Jesús. Por eso es peligroso concebirla como institución fundada para cuidar y desarrollar su propia religión. Reponde mejor al deseo original de Jesús la imagen de un movimiento profético que camina por la historia según la lógica del envío: saliendo de sí misma, pensando en los demás, sirviendo al mundo la Buena Noticia de Dios.
La función esencial de la Iglesia en el mundo es de ser “sal y luz” que alivie y transforme. Y esto es lo que transmite a la comunidad discipular cuando los envía a evangelizar como “ovejas en medio de lobos”. No será difícil reconocer a los lobos de la sociedad que, con sus garras y dientes feroces, buscan despellejar al pueblo, despojándolo hasta de su “dignidad”. Tierra y dinero ya no tienen porque lo han acaparado los terratenientes; voz y voto tampoco porque manipulan las elecciones para permanecer en el poder; la libertad está condicionada a las reglas del sistema operante; respeto y privilegios solo para personas aliadas y serviles; oportunidades y esperanza de igualdad en escasos lugares.
Una sociedad así necesita de hombres y mujeres libres, capaces de proponer relaciones más justas y en paz. Lograr un orden social más justo se hace difícil a nivel macro y desde arriba. Por eso, necesitamos proponer cambios desde abajo, que comiencen a generar transformaciones lentas pero estructurales. Proyectos comunitarios reclamando el derecho de las familias desposeídas; generación de empleo desde la organización entre familias emprendedoras; organización vecinal y comunal que permita toma de decisiones para el bienetar común; rescate de la libertad e igualdad individual y colectiva. Un largo camino por recorrer, pero posible y realizable para quienes confían en el Reino de Dios.
En la Iglesia particular de Quibdó, Chocó, Colombia, hay un buen número de evangelizadores laicos, hombres y mujeres, que transmiten la Buena Noticia del Evangelio desde el fortalecimiento de las organizaciones étnicoterritoriales y sociales, de víctimas del conflicto armado, de mujeres y de jóvenes, con el propósito de avanzar en la construcción de la PAZ, mediante el restablecimiento del tejido social, la convivencia armónica, el diálogo, el consenso, el amor, la solidaridad, el perdón y el reconocimiento del “otro” diferente a mí. Así construimos el Reino de Dios.
DESDE EL SÍNODO 2021-2023 “Por una Iglesia sinodal”
(hombre, casado, 2 hijos, pertenece a comunidad y movimiento seglar)
“¡Poneos en camino!” Esta frase resuena como un grito del Señor que avanza traspasando la historia y que nos previene, como Iglesia e individualmente, de pensar que ya está todo hecho. Podemos tener la tentación de acomodarnos y pensar que la tarea que nos encomienda el Señor es para otros siempre, porque…” yo tengo mucho trabajo, no puedo con los niños encargarme de todo, primero tengo que cuidarme para poder ayudar, necesito un año de desconexión…(poner aquí lo que considere ____________________________________).
Y bien es cierto que en muchas ocasiones estas son necesidades legítimas que hay que atender, situaciones que necesitamos abordar porque la vida tiene diferentes etapas y momentos vitales. Sin embargo, Jesús no nos dice “¡sed héroes, intentad lo imposible!”… sino que nos envía a realizar un anuncio que se refleje en nuestras propias vidas siendo un testimonio de paz, cercanía y bien para los demás. Jesús no mandó a sus discípulos a la frontera Norte de Europa, ni a los lugares más recónditos de Asia, mucho menos a las selvas africanas…les encomendó llevar el Reino a sus vecinos, a los de los pueblos cercanos, a aquellos con los que seguramente alguna vez habían tenido contacto.
Esto nos hace pensar en sinodalidad porque si bien es cierto que la Iglesia necesita misioneros que se consagren en cuerpo y alma a llevar el evangelio hasta la última esquina de la Creación, también lo es que hace falta quien recuerde a su vecino, a su jefa, a su hermana o su primo que el Reino de Dios está cerca. No como una realidad abstracta, sino como una fuerza que ya está transformando nuestras vidas.
Que sí, que a veces supone toparse con algún “lobo” o con la indiferencia de muchos; pero es que nuestros nombres están inscritos en el cielo…entonces, ¿cómo no vamos a desear que lo esté también el de ese vecino cascarrabias o el de la jefa entregada, el de la hermana siempre cariñosa, el de ese primo que siempre está a un telefonazo, o el del amigo que a veces se pierde pero siempre está en el momento adecuado, los de mis alumnos que no paran de crecer, de mis hermanos de comunidad que son fuerza y aliento a cada paso (poner aquí lo que considere _________________________________________). Y visto así, ¡cuánta mies nos falta por recoger! ¡Pongámonos el camino!
DESDE EL CUIDADO A LOS MAYORES
(Hombre soltero, implicado en cuidado y acompañamiento de mayores, pertenece a comunidad y movimiento seglar)
El evangelio de hoy me parece a mí, ante todo, muy práctico y también muy elocuente en cuanto a lo que Jesús pide a sus discípulos, y por lo tanto a nosotros. Lo primero es que sus discípulos son (somos) colaboradores imprescindibles en la tarea de Jesús. Ya en su época Jesús los manda para que fueran delante de él. Y en nuestra época mucho más, cuando Jesús asciende al cielo nos deja como “responsables” de su misión.
Y desde el punto de vista del cuidado de los mayores, es muy elocuente la última frase en la que le dice a esos enviados lo que tienen que hacer: “curad a los enfermos que haya en ella (la ciudad)”. El envío no es para leer textos hermosos y motivantes, para hacer oración o para celebrar alguna liturgia. El envío es, en esencia, para curar.
Puede parecer que hoy en día el curar es una tarea encargada al personal sanitario. Nada más lejos de la realidad. La cura de algunas dolencias (no estoy pensando en enfermedades graves) está vinculada a otras cosas que no son puramente médicas. Tengo la experiencia de que al llegar para estar unos días con mis mayores me los encuentro con dolores y malestares que han desaparecido al cabo de unos días. Tiene mucho que ver aspectos anímicos (sentirse acompañados, darles conversación, escucharles y ayudarles) pero también tiene que ver aspectos físicos como que puedan salir a dar un paseo a tomar el aire y a cambiar de sitio.
Hoy también Jesús nos envía a “delante de él”, somos sus mensajeros, para nuestros mayores y para todas las personas que nos pueden necesitar y dedicarles nuestro tiempo. La tarea de curar nos puede parecer muy lejos de nuestro alcance, pero no nos confundamos. No somos nosotros los que curamos, es Dios el único que puede curar. Nosotros sólo vamos delante de él, el milagro lo obra Dios.