¿Qué nos dice el texto?
Distintos laicos hacen una breve sugerencia para la vida seglar. Cada uno contempla el Evangelio desde una dimensión de la vida laical.
DESDE EL SÍNODO 2021-2023 “Por una Iglesia sinodal”
(hombre, casado, 2 hijos, pertenece a comunidad y movimiento seglar)
Iniciamos la Cuaresma con un texto que, como pasa tantas veces, podemos estar cansados de escuchar porque ya hemos elaborado nuestras “tesis” o interpretaciones sobre lo que nos dice este pasaje del evangelio de Lucas, que todos los años vuelve para situarnos en este tiempo de cambio. Pero es importante que volvamos sobre él con los “oídos del corazón” bien atentos porque a nadie se le escapa -y de lo contrario tendría que hacérselo ver- que vivimos rodeados de tentaciones más o menos veladas; y esto ya el propio Jesús lo vivió en primera persona.
Y además en el caso del Señor no deja de ser curioso el momento en que se ubican. Él viene de una de las “experiencias cumbre” de su vida, que tiene carácter fundante, el bautismo en que ha sido revelado que Dios es su Abbá, su Papá. Resulta muy curioso que de este momento gozoso pasemos rápidamente a la aridez del desierto. Que de la experiencia de comunión el Espíritu lo lleve a la soledad y el silencio. De la certeza del encuentro a las tentaciones de lo que nos quiere separar de Dios.
El Espíritu Santo juega un gran papel en todo esto. Él es quien desciende sobre Jesús en el bautismo y quien le fue llevando por el desierto. A veces el modo en que se redactan los evangelios esconde cosas poco casuales pero que -precisamente por una lectura acostumbrada- pasan desapercibidas. No dice el texto que el Espíritu lo llevó al desierto (y poco menos que lo abandona allí a su suerte), sino que lo fue llevando “por” el desierto. Hace las veces de guía, de acompañante íntimo, de fuerza incondicional; de tal manera que Jesús nunca está fuera de la intimidad de la vida divina.
En la vida de la Iglesia, como en la de su Señor, nunca está lejos el tentador, por eso es necesario que el Espíritu nos lleve “por” la cuaresma para aposentar las experiencias de perdón y conversión. El primer objetivo que nos presenta el Documento Preparatorio del Sínodo versa: “hacer memoria sobre cómo el Espíritu ha guiado el camino de la Iglesia en la historia y nos llama hoy a ser juntos testigos del amor de Dios”.
Una propuesta para este domingo: Vivir la Cuaresma en clave sinodal puede empezar por hacer memoria no de las tentaciones, sino de la presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas (y en el corazón de la vida de la Iglesia). Dedica un rato de retiro en silencio para agradecerle que nos va llevando “por” la historia hacia la Pascua que, seguro, vendrá.
DESDE LA FAMILIA (Exhortacion posinodal “Amoris Laetitia”)
(mujer, casada, 3 hijos, pertenece a comunidad y movimiento seglar)
El desierto es el lugar de la INTIMIDAD con Dios, pero también de las tentaciones.
Cuando estamos llenos de Dios, cuando cuidamos la intimidad con Él, el Espíritu nos guía, y si aparece la tentación, su fuerza nos ayuda a enfrentarla.
En nuestro matrimonio, cuidar la intimidad con Dios es esencial para mantener viva la gracia del sacramento. La oración conyugal debe ser el momento central de nuestra vida cotidiana; en ella, hemos experimentado que los dos nos hacemos uno con Cristo, y el Espíritu habita plenamente en nuestro corazón; y un corazón lleno del Espíritu es capaz de enfrentar cualquier tentación que pueda presentarse en el día a día.
Nosotros, como familia, estamos llamados a cuidar esta intimidad con Dios, y aunque a veces se nos hace complicado, es uno de los regalos más importantes que podemos dejar a nuestros hijos: “compartir la oración cotidiana, la lectura de la palabra de Dios y la Eucaristía para hacer crecer el amor y convertirse cada vez más en templo del Espíritu Santo” (Amoris Laetitia 29).
Esta cuaresma queremos profundizar en nuestra intimidad con Dios y dar vida a nuestra oración de familia, seguros de que así caminaremos juntos hasta la Pascua guiados por un corazón lleno del Espíritu.