¿Qué nos dice el texto?
Distintos laicos hacen una breve sugerencia para la vida seglar. Cada uno contempla el Evangelio desde una dimensión de la vida laical.
DESDE EL CONTINENTE DIGITAL
(hombre, casado, 3 hijas, pertenece a comunidad y movimiento seglar)
El domingo pasado fue mi cumpleaños. Tengo la suerte de tener amigos en muchos países del mundo, así que recibí felicitaciones, buenos deseos y bendiciones de muchas procedencias, tanto por Facebook como por Instagram y WhatsApp. Algunas fueron simplemente aceptar una sugerencia de felicitación de la red, otras eran cariñosos mensajes personalizados. Esa noche me llevó un buen rato dar las gracias a cada uno.
Esto de las redes sociales te permite estar en contacto con familiares y amigos, mantener los lazos en la distancia, compartir la vida, aunque sea de manera virtual. Pero tiene el riesgo de la superficialidad.
El evangelio habla del acontecimiento social más festivo que existe en cualquier cultura: una boda. Todo es alegría. Bueno, casi todo. Algo inesperado puede convertir la fiesta en una humillación. María sabe mirar más allá de lo superficial, tiene el oído fino, se percata del problema y se implica. No tiene medios, pero sabe quién los tiene…
En las redes puede pasar algo parecido. Debajo de la apariencia puede haber alguien con problemas. Si estoy atento y tengo suficiente sensibilidad, puedo detectar, debajo de la fiesta, alguna sombra, alguna necesidad inadvertida, algún sufrimiento callado.
La actitud de María me llama a estar atento y, sobre todo, a implicarme. Un mensaje personal, una videollamada. Y las palabras mágicas: ¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes? ¿Qué necesitas? Muchas veces, no tendremos la solución, pero el simple hecho de sentir que alguien está pendiente, que se preocupa de verdad, que te acompaña, es una buena medicina. Es el milagro del encuentro.
DESDE LA VIDA COTIDIANA
(matrimonio, seis hijos y siete nietos, él es monitor de Asamblea Paroquial)
Tras la contestación un tanto airada de Jesús hacia su madre, “mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora”, hay un gran acto de confianza y fe en su hijo y también mucha humildad por su parte. A mí me pasa muy a menudo esta situación incómoda de contestaciones airadas por parte de mis hijos (son todos adultos) y me siento muy dolida pues voy con buena fe.
Aunque aún no había empezado a mostrar sus signos, ella le creyó capaz de hacer algo para ayudar a aquella gente en apuros.
No es normal en la vida cotidiana que una madre confíe de esa manera en un hijo, cuando todavía no ha dado señales de ser una eminencia.
Yo siempre he visto este milagro como algo innecesario, no lo he entendido como un bien imprescindible (el vino), pero Jesús quería mostrar (ayudado por la petición de su madre) el poder compartir con tantos amigos la alegría en un día especial.
Así, tras pensar en mi vida con los que me rodean, muchas veces intento hacer el milagro de convertir la tristeza en alegría para compartirla con los demás.