SEGUNDO PASO: MEDITATIO

¿Qué nos dice el texto?
Distintos laicos hacen una breve sugerencia para la vida seglar. Cada uno contempla el Evangelio desde una dimensión de la vida laical.

DESDE LA FAMILIA
(matrimonio, trabajan ambos, cuatro hijas, viven su fe en la comunidad parroquial)  

Nuestra hija mayor va a hacer 15 años en este mes. Y la pequeña Natalia hará 5. Entre medio tenemos otras dos. Mas de una vez hemos comentado mi mujer y yo como viendo a la pequeña Natalia nos acordamos de cuando, diez años atrás era Ruth, la mayor, la que hacía lo mismo. Y nos llena de orgullo ver como ha ido creciendo, evolucionando y haciéndose una persona autónoma, critica y madura. Como ha dejado de ser niña para ser adolescente. Como ha pasado de obedecer y creer todo lo que le decíamos su madre y yo a tener su propio criterio y opinión de las realidades que le toca vivir.
Mas de una vez, su posicionamiento nos sorprende, más nos alegra ver que va creando su propia personalidad, influenciada por nuestro ejemplo, pero suya propia y diferente de la nuestra. Respetar y poner en valor sus propios posicionamientos es un ejercicio que realizamos a diario, pues siempre existe el riesgo de verla permanentemente como la niña pequeña que un día fue. Evolucionar en nuestra forma de ver a las niñas nos ayuda a reconocer en ellas capacidades que nosotros no tenemos y a reforzar sus personalidades.

DESDE LA LLAMADA A LA SANTIDAD

(mujer, casada, trabaja, pertenece a comunidad cristiana y movimiento seglar)  

El papa Francisco nos refiere  en Gaudete et exúltate 118.” La santidad solamente puede arraigarse en el corazón a través de humillaciones. Sin ellas no hay humildad ni santidad”.
Entiendo que el camino de la santidad pasa por experimentar en nuestra vida la humillación que nos hace crecer en humildad. Jesús, sintió humillación  muy intensa en su Pasión y en este pasaje del evangelio experimentó el desprecio de sus paisanos y familiares.  Estas experiencias lo irían configurando como el  Santo de Israel.
Pocas humillaciones he sentido en mi vida, normalmente ante cualquier situación donde un gesto o comentario propio,  me pudiese acarrear alguna crítica, me lo reservo para evitar problemas o sufrimientos innecesarios. Constato que la propia imagen me sigue importando demasiado.  Y ante aquellas humillaciones que te las encuentras de repente de los más cercanos me revuelvo con demasiada ira en muchas ocasiones.
El gran paso para la santidad que debo dar es que mi imagen me importe lo justo y disculpar al que a veces sin demasiada intención me pueda hacer daño con sus comentarios o valoraciones, que normalmente suelen ser entre de los esposos y familiares muy cercanos que son de quien más nos importan. En Gracia de Dios es posible.

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