LECTIO DEL DOMINGO VI
TIEMPO ORDINARIO – CICLO B
PRIMER PASO: LECTIO
¿Qué dice el texto?
Lectura del santo evangelio según Marcos 1,40-45
La lepra se le quitó, y quedó limpio
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: “Si quieres, puedes limpiarme.” Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: “Quiero: queda limpio.” La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: “No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés.” Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.
SEGUNDO PASO: MEDITATIO
¿Qué nos dice el texto?
Distintos laicos hacen una breve sugerencia para la vida seglar. Cada uno contempla el Evangelio desde una dimensión de la vida laical.
DESDE LOS NECESITADOS
(Mujer, viuda, un hijo, jubilada, pertenece a movimiento seglar)
Una de las cosas que me llama la atención en este texto es la humildad y confianza del leproso: “Señor, si quieres puedes sanarme”. Jesús movido por la compasión quiere, y da un paso para tocarlo sin ningún prejuicio, y a sabiendas de las dificultades que le acarrearía no acatar la ley.
Cuando me preparaba para mi Primera Comunión tenía una compañerita en la catequesis con una repulsiva erupción en el rostro, no nos gustaba jugar con ella ni estar cerca. Nunca pensé en lo que sentía ella ante nuestro rechazo. Muchos años después, en la década de los 90 fue el revuelo del Sida. Todos temíamos el contagio y desconfiábamos de cualquier persona que presentara algunos signos extraños en su piel. Una vecina tenía una hija muy enferma. No recibían visitas ni daban razón de su enfermedad. Un día me pidió que le llevara la Comunión. Me acompañó un sacerdote amigo, y después de ese día seguí llevándole el Sacramento a menudo. De la joven hermosa y alegre que conocí, no quedaba ni sombra, había perdido la vista, el cabello, la sensación de todos sus sentidos y el color de su piel era casi transparente. En un impulso la abracé y ambas lloramos por algunos minutos. Me dijo, “lo que más me dolía era irme sin recibir un abrazo. Ahora ya me puedo morir tranquila”. Allí aprendí a vencer los escrúpulos y a ponerme en los zapatos de una persona excluida por la sociedad a causa de una enfermedad contagiosa.
Ya con el Covid19 yo tenía otra mentalidad, y pude ayudar a otros, por medio de llamadas telefónicas, mensajes en las redes, o haciéndoles las compras y otros servicios necesarios. Jesús nunca tuvo discriminación por ningún enfermo del cuerpo o del alma, aún a costa de las consecuencias. Él veía con el corazón no con los sentidos. Que el espíritu Santo nos abra los ojos del alma para ver más allá de lo externo y nos acerquemos a llevar consuelo y esperanza a los marginados y excluidos por causa de las enfermedades.
DESDE LOS ABUELOS
(Hombre, casado, dos hijas y dos nietos, pertenece a movimiento seglar)
El texto nos habla de un Dios lleno de bondad, que se hace hombre, que nos presenta propuestas de vida nueva y que nos invita a formar parte de su familia. Es un Dios que no excluye a nadie, que viene al encuentro de cada hombre, se compadece de nuestro sufrimiento, nos da la mano y nos integra en la comunidad de su Reino donde cabemos todos.
La actitud de Jesús en relación con el leproso es de solidaridad. Jesús no se preocupa por si es política o religiosamente correcto, o por el peligro que representa. Solamente ve a un hermano al que Dios ama y a quien es preciso ayudar.
¿Cómo tratamos a los excluidos de nuestra sociedad?; ¿intentamos integrarlos (mayores, inmigrantes, enfermos, marginados, diferentes, …) o colaboramos a perpetuar mecanismos de exclusión?
El gesto de Jesús de tocar al leproso es provocador y denuncia una Ley injusta. Como Jesús, no podemos conformarnos con que se discrimine a nuestros hermanos y tenemos que estar alerta para no instalarnos, abriendo nuestro corazón a Dios.
TERCER PASO: ORATIO
¿Qué nos hace decir el texto?
(Hombre, casado, pertenece a movimiento cristiano)
SÁLVAME, SEÑOR
Sálvame, Señor, de querer tener respuestas claras y controlables.
Sálvame, Señor, de mis gestos y palabras de superioridad.
Sálvame, Señor, de mi necesidad de control y de poder.
¿Cómo evangelizar así?
Sálvame, Señor, de mis durezas de corazón.
Sálvame, Señor, de mis durezas de sensibilidad,
Sálvame, Señor, de mis durezas de ideas y opiniones.
¿Cómo evangelizar así?
Sálvame, Señor, de mis aversiones arbitrarias.
Sálvame, Señor, de mi manía de poner etiquetas a las situaciones y a las personas.
Sálvame, Señor, de creer que sé las intenciones de las personas.
¿Cómo evangelizar así?
Sálvame, Señor, de la necesidad de certezas.
Sálvame, Señor, de mis intolerancias.
Sálvame, Señor, de mis resistencias al cambio.
¿Cómo evangelizar así?
Sálvame, Señor, de mis rigideces.
Sálvame, Señor, de mis inflexibilidades.
Sálvame, Señor, de mis inmovilismos.
¿Cómo evangelizar así?
Sálvame, Señor, de mis miedos.
Sálvame, Señor, de mis temores.
Sálvame, Señor, de mis nerviosismos.
¿Cómo evangelizar así?
Sálvame, Señor, de mis obstinaciones.
Sálvame, Señor, de mis intransigencias.
Sálvame, Señor, de mis inquebrantabilidades.
¿Cómo evangelizar así?
CUARTO PASO: CONTEMPLATIO
¿Quién dice el texto?
(Autorizado por el autor, Fano en www.diocesismalaga.es)
ÚLTIMO PASO: ACTIO
¿A qué nos lleva el texto?
(Mujer, viuda, tres hijos, pertenece a comunidad eclesial y movimiento seglar)
Esta lectura me lleva a ver una realidad de la vida. ¡ Cuántas personas están aisladas de la sociedad por la pobreza y la enfermedad ! Cuántos están marginados y no tienen a nadie que escuche sus súplicas.
También yo tengo mis propias lepras. ¿Cómo es mi trato con estas personas? Con ese prójimo cercano al que le puedo poner rostro aquí y ahora. Hasta dónde puede llegar mi indiferencia que no sea capaz de escuchar sus súplicas.
Con ayuda del amor misericordioso quiero ser capaz de vencer todo aquello que me impide acercarme a los que sufren o están aislados. Que mi cercanía sea auténtica, que sea la primera en amar y de escuchar a fondo sus penas y sus alegrías.
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