Disculpen la demora…
La pasada semana hubo un error en el envío del Evangelio Seglar.
Lo remitimos ahora de forma correcta.
Domingo 11 de Agosto de 2024
LECTIO DEL DOMINGO XIX
TIEMPO ORDINARIO – CICLO A
“ABIERTO POR VACACIONES”
Los seglares que comentan el Evangelio cada domingo, se toman un descanso.
En septiembre se reanuda el servicio habitual.
En AGOSTO ofrecemos cada semana algunos comentarios realizados
mientras se disfruta de las vacaciones y en referencia a ellas.
Lectura del santo evangelio según Juan 6,41-51
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo
En aquel tiempo, los judíos criticaban a Jesús porque había dicho: “Yo soy el pan bajado del cielo”, y decían: “No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?” Jesús tomó la palabra y les dijo: “No critiquéis. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios.” Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan de vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.”
NOTAS BÍBLICAS
El domingo pasado empezó Jesús el llamado “discurso del pan de vida”, tras multiplicar el pan el domingo anterior. Hoy continúa su diálogo con los judíos -saltándonos los versículos 36-40-, que se prolongará los dos próximos domingos.
En sus palabras previas, Jesús se identifica con el pan bajado del cielo. Los judíos arguyen que conocen a su padre y a su madre, lo llaman “hijo de José”, y que, por tanto, no es verdad que haya bajado del cielo. Ellos no pueden creer lo anunciado por el evangelista en el prólogo: “el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Juan 1, 14).
El domingo pasado, ya Jesús incitó a la fe en Él: «La obra de Dios es ésta: que creáis en el que él ha enviado» (v. 29). En la perícopa de hoy, ante las resistencias a la fe, vuelve a llamar a ella: “el que cree tiene vida eterna”.
La fe es presentada como un don del Padre: “Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado”. Escuchar a Dios -el Padre- conlleva creer en Jesucristo: “Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí”.
Más aún, solo creyendo en Jesús se puede conocer a Dios: “No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ése ha visto al Padre”, y ése que “está junto a Dios” es Jesús, “el Verbo que se hizo carne”: “En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios” (Juan 1,1) . Solo Jesús, ha visto a Dios Padre y solo Él nos lo puede conocer, como ya enseñó el evangelista en el prólogo: “A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer” (Juan 1, 18)
El fruto de la fe en Jesús es la vida eterna: “el que cree tiene vida eterna”, “yo lo resucitaré en el último día”.
En esta perspectiva de la vida eterna, Jesús aquí se presenta como “el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre”, a diferencia del maná que los padres de los judíos “comieron en el desierto y murieron”. El pan vivo es el mismo Jesús, su persona, “el Verbo se hizo carne”.
Es lo último que declara Jesús en esta perícopa y que escandalizará a los judíos: “el pan que yo daré es mi carne”. Con este mismo versículo comienza el evangelio del próximo domingo.
DESDE LA PLAYA
(Hombre, casado, tres hijos, trabajan ambos, en vacaciones)
Inmerso ya de lleno en el tiempo de verano, frente al mar y contemplando, así me dispongo a comentar la palabra de este Domingo. El verano llega en estos tiempos como el tesoro más deseado, como el objetivo de muchos, el final de una larga escalera, de una montaña complicada. Esto cada vez es más frecuente, nos metemos en la rueda y parece difícil salir de ella. En vez de vivir el día a día como el regalo más preciado, pasamos por la vida cotidiana de puntillas solo pensando en el fin de semana, en el puente, o en lo mejor, el verano, y cuando este llega, la rueda no se para, sigue girando al compás de lo establecido. Nuestros apegos, las etiquetas nos nublan la realidad, los planes, las expectativas y el presente desgraciadamente pasa y no nos damos cuenta.
Ante todo ello la PALABRA de este DOMINGO nos pone frente a un espejo para hacernos reflexionar: “…el que coma de este pan vivirá para siempre; todo serán discípulos de Dios; el que cree tiene vida eterna… “ Todo parece claro, en principio, pero hay que seguir el camino para ello, desprenderse de apegos, de esa mente que solo distrae, de pensar en el día de mañana, y poner férreamente los pies en el suelo, más bien en la arena, sentir su calor, la brisa del mar en la frente, disfrutar de la compañía, abrir los ojos y contemplar, dar gracias, saborear lo cotidiano, la risa de tu hijo o su enfado, la rutina de días de sol y playa, vitamina para todo el año, y sobre todo encontrarse y acudir en busca del pan verdadero, alimento de nuestra alma, el que todo lo transforma y enriquece.
DESDE LAS VACACIONES
(Mujer casada, cuatro hijos, pertenece a comunidad cristiana y a movimiento laical)
Otro domingo más Jesús nos habla del pan, de pan vivo que es el mismo, que es vida para el mundo y con una super-noticia: “todo el que cree tiene vida eterna” nada más y nada menos, pero… ¡que trabajo me cuesta creer!
A veces me es mucho más fácil creer en la “transubstanciación” donde Jesucristo está real, sustancial y verdaderamente en un pedacito de pan, que en el Cristo vivo que está en mi hermano, al que tengo tan cerca. En estos días en que todo se paraliza parece que los que sufren también están de vacaciones, pero no, solo es un espejismo. Hay quien precisamente estos días aprovecha para ir a trabajar y a compartir su vida en otras realidades más desfavorecidas y es una bendición, pero cuando el cansancio hace mella parece que lo único que queremos cuando llegan las vacaciones es “olvidarnos de todo”. Señor no permitas que en estos días de descanso y disfrute me olvide de encontrarte y amarte en los demás, que me pueda hacer pan para dar un poco de vida a los que me rodean.
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