SEGUNDO PASO: MEDITATIO

¿Qué nos dice el texto?

Distintos laicos hacen una breve sugerencia para la vida seglar. Cada uno contempla el Evangelio desde una dimensión de la vida laical.

DESDE EL SÍNODO 2021-2023 “Por una Iglesia sinodal”

(hombre, casado, 2 hijos, pertenece a comunidad y movimiento seglar)

El Papa Francisco nos advierte en los documentos de preparación de todo este proceso que estamos viviendo a nivel eclesial que «precisamente el camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio».

Si uno lee serenamente el evangelio de este domingo verá que, en el relato, aunque sólo se nombra una vez la palabra camino, hay mucho movimiento, mucho andar y correr. Hay un hijo que se va y luego vuelve, un padre que sale al encuentro dos veces y otro hijo que se niega a entrar al llegar al final de su trayecto diario. Todo este recorrido nos habla sobre cómo es Dios, su ser Padre misericordioso, su esencia más íntima que garantiza la libertad y, al mismo tiempo, es Amor incondicional.

Pero también nos habla sobre el caminar humano. La tentación del hijo menor, siempre presente, de querer andar sin Dios, apoyados solamente en nuestras propias fuerzas y decisiones. Esto se puede -¡claro que sí!- pero, como nos muestra la parábola, mientras más nos alejamos de Dios, más nos deshumanizamos. Aunque también está la tentación de movernos solo para nuestro propio beneficio, como el mayor, esperando siempre algo que nos haga superiores a los demás, reconocidos o premiados (aún cuando lo envolvamos con “piadosa humildad”). Éste no comprende  -corazón pobre- que la filiación es mucho más que una relación de conveniencia. 

Meditando el evangelio me parece interesante imaginar la Iglesia como ese camino, siempre transitable, por el que Dios se acerca corriendo a los alejados y a los duros de corazón. Camino que debería ser autopista sin peajes para los que quieren volver a casa y punto de control para aquellos que van pasados de frenada. 

Sin embargo, la realidad nos dice que hay muchas personas que han sentido la Iglesia, e incluso la viven actualmente, como un camino lleno de minas, de aduanas o que se pierde por los derroteros de la moralina sin llevar a ninguna parte. Así que, seamos sinceros, el camino de la sinodalidad supone hacer reformas: asfaltar las vías del perdón y la escucha, señalizar bien hacia Dios con iniciativas que dirijan a lo esencial del Evangelio y re-estructurar un buen servicio de agentes que faciliten la circulación de todos. 

Y quien no avance en este espíritu sólo está poniendo piedras en el camino.

DESDE LA FAMILIA (Exhortacion posinodal “Amoris Laetitia”)

(mujer, casada, 3  hijos, pertenece a comunidad y movimiento seglar)

Esta parábola nos permite conocer al Padre a través de sus hijos; dos hombres que  no ¨cumplían¨ el papel de buenos hijos que se les debe suponer a un Padre bueno.

El Padre, a lo largo de su vida los cuidó, les enseñó las responsabilidades del trabajo, les inculcó un amor infinito, los colmó de ternura, respetó sus tiempos…; pero sobre todo les ofreció libertad para vivir sus propias vidas como ellos decidieran.

El hijo pequeño pide lo suyo y se va lejos, muy lejos, y acaba quedándose sin nada y perdiéndose; el hijo mayor no ha salido de casa, pero se siente siervo, y también está perdido, pero en la casa del Padre. 

 Perdidos fuera o dentro de la casa, para un Padre que los ha criado con tanto amor, es un dolor enorme, y solo piensa en salirles al encuentro y abrazarlos.

En nuestra tarea diaria como padres, no siempre queremos salir al encuentro de nuestros hijos; es más, hay ocasiones en las que nosotros mismos generamos barreras que impiden la comunicación; pero el Padre siempre nos espera, nos busca incansablemente con los brazos abiertos para abrazarnos y poner luz  allí donde hay oscuridad.


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