SEGUNDO PASO: MEDITATIO

¿Qué nos dice el texto?

Distintos laicos hacen una breve sugerencia para la vida seglar. Cada uno contempla el Evangelio desde una dimensión de la vida laical.

DESDE EL SÍNODO 2021-2023 “Por una Iglesia sinodal”

(hombre, casado, 2 hijos, pertenece a comunidad y movimiento seglar)

La cuaresma es un tiempo propicio para la conversión, para el cambio profundo de vida, para lanzarnos a desarrollar todo aquello que puede ser espacio de encuentro con Dios. Jesús nos previene de pensar que ya no necesitamos vivir estos procesos de transformación, de re-orientar radicalmente nuestra vida hacia Dios; sino que precisamente nos advierte que podemos perecer. 

En nuestro imaginario cultural relacionamos casi automáticamente el verbo perecer con la muerte. No obstante, la RAE asigna varias acepciones y una de ellas me resulta especialmente aplicable al evangelio de este domingo: “Padecer una ruina espiritual, especialmente la extrema de la eterna condenación”. 

Nadie se escapa del riesgo de padecer una ruina espiritual si no tiene su vida bien orientada hacia Dios, como esa higuera que no da fruto. Aprovechemos nosotros también este tiempo de cuaresma para podar nuestras ramas y hojas viejas con la penitencia y ahondar nuestras raíces escuchando La Palabra. Y dejar que el Señor nos remueva y abone con experiencias que a veces incluso pueden ser estiércol. 

Escuché alguna vez, en alguna charla o catequesis, que la higuera es símbolo de Israel. Visto así el texto adquiere otro sentido y nos habla de la paciencia de nuestro viñador y del esfuerzo por recuperar lo que aparentemente ha perecido. Con esto podemos hacer una hermosa analogía con la Iglesia y el sínodo. 

La Iglesia necesita también el tratamiento de su viñador, de Jesús, para permanecer viva ofreciendo sombra reconfortante y dando frutos. Y no hay que tener miedo de que con todo este proceso sinodal el Señor nos mueva un poco la tierra y nos obligue a cavar para renovarnos, para dar alimento fresco a nuestras raíces. 

Una de las cosas más interesantes que trae consigo el sínodo es que nos va a permitir hacer una cata de nuestra salud eclesial y nos va a ayudar a darnos cuenta de aquello que sobra, que no da fruto. Este domingo pidámosle al Señor que nos dé valentía para podar las estructuras que ya no sirven y para alimentar los nuevos brotes e iniciativas que vienen a alimentar la vida de la Iglesia.     

DESDE LA FAMILIA (Exhortacion posinodal “Amoris Laetitia”)

(mujer, casada, 3  hijos, pertenece a comunidad y movimiento seglar)

Qué suerte es tener cerca a un buen viñador que sepa cuándo hay que regar, cuándo remover la tierra, cuándo abonar con estiércol, cuándo podar…Y que todas estas tareas las haga pacientemente, con constancia, con mimo, pero, sobre todo, con mucho amor. 

Todos estos cuidados, aún llenos de cariño y de ternura, no siempre garantizan el fruto; y eso puede sumir a un viñador en la desesperanza  de no ver cumplida la promesa de su delicado trabajo.

En la familia, a veces, pasa algo parecido: la tarea de educar es muy laboriosa; requiere de mucho tiempo y esfuerzo, de paciencia infinita, de palabras y gestos llenos de ternura, de escucha atenta y entrega en lo pequeño. Pero, aun dándolo todo como padres, la sensación de que el fruto se hace esperar demasiado es constante; ¡queremos resultados ya!, y además, ¡¨buenos resultados¨!, y si no los tenemos, incluso llegamos a pensar que estamos fracasando.

Para Dios no existe el fracaso, Él nos ama como somos, con todo lo que somos; nos mira con ojos de enamorado y siempre nos cuida como se cuida al “primer amor”; cada cuidado es un gesto de misericordia, de perdón lleno de amor; una nueva oportunidad de seguir creyendo que Él nos sigue amando, aunque el fruto esperar.


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