SEGUNDO PASO: MEDITATIO

¿Qué nos dice el texto?

Distintos laicos hacen una breve sugerencia para la vida seglar. Cada uno contempla el Evangelio desde una dimensión de la vida laical.

DESDE EL SÍNODO 2021-2023 “Por una Iglesia sinodal”

(hombre, casado, 2 hijos, pertenece a comunidad y movimiento seglar)

El tiempo de cuaresma es un proceso de cambio, una invitación a dejarnos transformar desde dentro, y esto solo es posible mediante la vida de oración. Me llama la atención que el texto de este domingo remarca específicamente que Jesús subió a lo alto de la montaña a orar. No es que estuviera por allí y pensara “es un buen momento para rezar un rato” o “ya que estamos en este lugar tan bonito por qué no hacemos oración”…la relación de amor con Dios-Padre se profundiza y fortalece mediante la oración, el trato y la cercanía frecuente. Jesús conectaba con el Padre cada día, conscientemente, y desde ahí revelaba su identidad.

Ahora que tengo un bebé en casa reconozco que los momentos que más disfruto son esos de mimos tiernos y cosquillas divertidas. Y creo de corazón que en esos instantes mi peque y yo hacemos una oración que agrada a Dios. No es una oración mental, ni hay cantos o lecturas de por medio; pero hay un amor profundo, íntimo, puesto en acción mediante la contemplación mutua de dos que se quieren plenamente por el hecho de ser el uno con el otro. Me gusta pensar que en cierta manera esta es la experiencia de Jesús al orar.

Salvando las enormes diferencias, me vale esta analogía para entender mejor el evangelio de este domingo. La experiencia de la paternidad-maternidad, tantas veces puesta a un lado por la mística, es una de las grandes puertas que tenemos para conocer mejor a un Dios que es Abbá y vivenciar el Amor incondicional que siente por nosotros, por cada uno, que somos sus pequeños. Y esto es todo un reto para la sinodalidad porque -le pese a quien le pese- todos somos hijos por el Bautismo, con una misma dignidad dentro del Pueblo de Dios y nadie debe sentirse aparte en esta gran familia: ¿No es este uno de los mayores desafíos que tiene la Iglesia? ¿Hay alguien en nuestras comunidades que se siente “menos” hijo? ¿Hay espíritu de familia en nuestras opciones eclesiales?

Este domingo de cuaresma nos recuerda por un lado, que para permanecer en una relación intensa con Dios tenemos que escuchar activamente a su Hijo y mimar nuestra vida de oración personal. Pero también, indirectamente, nos señala que la transformación que se obra en nosotros debe ponerse “en marcha” (bajar de la montaña) para atraer a otros a ese mismo encuentro y caminar todos aquellos con quien compartimos esa misma experiencia nuclear. 

DESDE LA FAMILIA(Exhortacion posinodal “Amoris Laetitia”)

(mujer, casada, 3  hijos, pertenece a comunidad y movimiento seglar)

Desde el principio, en nuestra historia como matrimonio, hemos sido conscientes de que Dios nos escogió para llevarnos a la montaña, para disfrutar de su presencia, para orar junto a Él, y siempre lo hemos vivido como un inmenso don. 

Pero a veces, las dificultades, el ritmo de vida, los quehaceres cotidianos, desfiguran nuestro rostro. La mirada sobre el otro cambia, y dejamos de verlo con los ojos de Dios. Esto nos ocurre más a menudo de lo que nos gustaría, y en muchas ocasiones nos cuesta buscar ese tiempo y ese espacio para limpiar nuestra mirada. 

Pero volver a su presencia, subir a la montaña y estar con Él, transforma nuestro rostro de nuevo. Nos hace mirarnos con los ojos de Dios y dirigirlos a lo que Él quiere, a su voluntad; nos hace escuchar su Palabra y desear ponerla en práctica en nuestra vida. 


Publicado

en

por

Etiquetas: