ÚLTIMO PASO: ACTIO

¿A qué nos lleva el texto?

(hombre, 3 hijos, trabaja, pertenece a comunidad cristiana y a movimiento seglar)

Con frecuencia estamos enfermos de sospecha o somos demasiado protectores o elitistas de nuestro propio grupo. Nos cuesta aceptar o soportar los defectos del otro, incluso somos capaces de magnificarlos y elevarlos al sumun, alzando el rasero mucho más que el que empleamos para nosotros mismos. Hay una oración conocidísima del P. Claret que personalmente suelo recitar o cantar cuando me vienen a la mente juicios y sentencias frente a los distintos prójimos que me encuentro a lo largo del día:

TENDRÉ PARA CON DIOS: CORAZÓN DE HIJO. PARA CONMIGO MISMO: CORAZÓN DE JUEZ. Y PARA CON EL PRÓJIMO: CORAZÓN DE MADRE. Y es que una madre posee un amor incondicional para sus hijos. Su ternura y su cariño por ellos, hace desaparecer o difuminar sus defectos y los ama hasta dar su vida, si hiciera falta. Así nos quiere Dios: nos ama inmensamente; su ternura y su misericordia se dirigen a cada hombre y a cada mujer. Él es el Padre paciente y misericordioso que espera a cualquiera que se ponga en camino al escuchar su Palabra. Nosotros hemos sido creados a imagen del Padre. Jesús puso en el corazón de cada uno el deseo de una vida plena, fruto de un amor que sabe acoger al prójimo que se equivoca, sea amigo, hermano o desconocido, y le perdona infinitas veces. Es éste un amor que no mide y que no será medido. Esta forma de amar provoca sentimientos semejantes a los de Jesús y hacen aflorar a los labios, para cada persona que se encuentra, palabras de misericordia en vez de condena.

Tratemos esta semana de hacer un ejercicio de disculpar al otro, no caer en esa enfermedad de sospechar de todo y de todos, démosle a cada uno un voto de confianza, pensemos que cada uno puede estar librando en ese momento una guerra interior provocada por los problemas que le agobian, por dificultades y luchas de familia o enfermedad… no acrecentemos, con nuestra crítica o nuestra gana de corregir, esa guerra interior que puede estar librando. 

Siempre recuerdo aquella vez que el conserje de una entidad de la administración en la que entré una mañana y que me miró de mala manera cuando le deseé los buenos días. En un primer momento pensé que era un estúpido y un maleducado. No me quedé en ese mal pensamiento e indagué por si le pasaba algo. Me comentaron que le habían dado la noticia de que sufría un cáncer agresivo…me dije: ¿qué derecho tengo a crucificar a las personas por una primera impresión? ¿qué gano con eso y qué favor le hago a esa persona si le hubiera negado el saludo para otros días que lo hubiera visto? Recordemos que estamos llamados a esa vida plena y que sólo se consigue si intentamos imitar a Jesús en todo. Para corregir, mejor transmitir esa corrección  más con lo que hacemos  que con lo que decimos. Tratemos de ser coherentes en nuestra vida. Sólo el ejemplo transmite y contagia. Ello nos exige cuidar también nuestra fachada externa para no caer en contradicciones. Ya sabéis, para nosotros mismos, CORAZÓN DE JUEZ.


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