TERCER PASO: ORATIO

¿Qué nos hace decir el texto?

(hombre, casado, 3 hijas, pertenece a movimiento cristiano)

Señor Jesús, estamos a muchas cosas:

parecemos pulpos estresados 

en los que la religiosidad es algo más dentro de sus atareadas vidas.

Vivimos no sólo fragmentados, 

sino que muchas veces, despedazados:

cabeza, corazón y manos

tienden a ir a su aire…

sentimos que nos están robando la atención,

la sensibilidad,

lo esencial de seres humanos. 

Pero parecería que nos hemos acostumbrado

a que nos pase lo que nos pasa…

Parecería que nos hemos acostumbrado a aceptar 

que vivir es estar casi a la carrera todo el día…

pendientes de reclamos externos,

de los partes meteorológicos,

de las pantallas multitareas de nuestros artefactos tecnológicos…

Parecería que nos hemos acostumbrado a que vivir

sea ir tirando,

sea poner parches,

autojustificándonos,

sea aceptando que nuestros supuestos límites

nos definen y nos marcan límites inexpugnables.

Señor Jesús, parece que nos hemos acostumbrado 

a que la Iglesia es una especie de refugio mágico,

fuera de los dinamismos de la humana humanidad,

donde por, mecanismos nada claros,

hemos tenido la suerte de cobijarnos,

recubiertos de ritos,

de doctrinas,

de lustrosas jerarquías

de lustrosos pectorales

en lustrosas fotos.

Señor Jesús, nos hemos acostumbrado a vivir

soportando la realidad,

soportando nuestra realidad

en una especie de zona de zona de inconfort soportable. 

Señor Jesús: nos falta el vino,

nos falta el Espíritu,

nos faltas Tú,

tu vertebración,

tu cimentación,

tu tronco donde injertarnos…

la savia de tu audacia.

Señor Jesús, 

a veces tenemos atisbos tuyos

en los destellos de verdad,

de bien,

de belleza,

de justicia que los mejores de la humanidad

siembran, palpitantes,

en su cuidar y fomentar

la humana humanidad sufriente que compartimos…

destellos en la vida de la Iglesia,

destellos en los sacramentos,

destellos en la lectura sosegada de la Palabra.

Señor Jesús,

estamos a muchas cosas…

y nos olvidamos de repartir vida,

de repartirnos para que todos tengan vida,

de alimentar y cooperar con todos los hombres y mujeres de buena voluntad

en que todos tengan vida y vida en abundancia. 

Nos olvidamos que nuestro camino es un camino de pasión,

de olvido de sí, 

de mirada constante de misericordia. 

Tantas veces nos sentimos verdaderos maestros en esquivar compromisos…

pero sabemos muy bien

que la ley del amor implica

confiar sin reservas,

ir más allá de los criterios razonables de supervivencia,

confiar en que todo al final,

acabará bien, muy bien, inconmensurablemente bien.

Sabemos muy bien que sin riesgo no hay amor,

ni oración,

ni Reino de Dios.

Ni posible fiesta de la vida

sin la audacia 

de afrontar nuestra necesaria purificación

de todo lo que no ayuda a centrarnos en lo que realmente importa,

tu presencia,

tu reino,

tu justicia,

tu santidad.

Señor Jesús,

estamos aún poco arraigados en ti.

Señor Jesús,

somos aún poco audaces 

en ti,

por ti,

para ti.

Señor Jesús.

Reconstrúyenos.

Libéranos.

Impúlsanos.

Oriéntanos.

Aliméntanos.


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