SEGUNDO PASO: MEDITATIO

¿Qué nos dice el texto?

Distintos laicos hacen una breve sugerencia para la vida seglar. Cada uno contempla el Evangelio desde una dimensión de la vida laical.

DESDE EL SÍNODO 2021-2023 “Por una Iglesia sinodal”

(hombre, casada, trabaja, 3 hijas, pertenece a comunidad y movimiento seglar)

Estamos ya en el corazón de la Navidad. En esta fase diocesana del Sínodo se nos propone (no se impone) un cuestionario para el diálogo en grupo, dividido en 10 bloques. Veamos los dos primeros:

1.Compañeros de viaje. Es fácil hacer el viaje (grupos sinodales) con alguien que piensa como tú, siente como tú, no da la lata ni trabajo… No fue el caso de María y José. Bien que dio la lata el niño por el camino… En este camino sinodal, quizás haya que salir “afuera” e invitar a otros, aventurarse a que el camino no sea tan confortable, que alguien “dé la lata”.

2.Escuchar. Y ahora viene lo complicado. Preparar las “potencias del alma” -memoria, entendimiento, voluntad- para  escuchar… de verdad. Abierto a ser transformado, interpelado, iluminado. Tal como María escuchó las palabras de su hijo.

DESDE LA FAMILIA “En el año Familia Amoris Laetitia”

(matrimonio, él trabaja, cuatro hijos, pertenecen a comunidad cristiana y movimiento seglar)

¡Que actualizado está este evangelio a nuestros tiempos modernos!

En una época donde nuestros hijos se encuentran “perdidos” en el computador, el móvil, las redes sociales, el televisor, quizás forjando su futuro para un mejor porvenir, es un bálsamo de alegría el poder compartir en familia durante la  época de Navidad.

Me puedo imaginar la angustia de  José y María buscando al niño.

Tan desesperante el no saber dónde y cómo está nuestro hijo o nuestra hija. Perder horas de sueño esperando que lleguen a casa de actividades nocturnas(cuando son jóvenes) o procurando calmarles la fiebre cuando están enfermos(cuando son menores) o acompañándoles cuando se encuentran hospitalizado(a)s. Esas horas de incertidumbre se nos hacen interminables y hasta parecen una “eternidad”. Pero que alivio y que gran alegría cuando les vemos llegar a casa o recuperarse de  una enfermedad o superar un obstáculo en la vida que les mantenía alejados de nosotros. Es en ese momento cuando los abrazamos con ternura  y solo nos basta con estar todos juntos en nuestra propia “Sagrada Familia”.

Se nos olvida el mal rato que pasamos y aunque las explicaciones que nos den no las entendamos, las conservamos en nuestro corazón como hizo María y nos conformamos con verles crecer y madurar.

Sabemos que aunque están bajo nuestra autoridad, son del Padre y  a El se los encomendamos.

Pido al Señor que mi familia se parezca cada día más a la Sagrada Familia de Nazaret.


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