Distintos laicos hacen una breve sugerencia para la vida seglar. Cada uno contempla el Evangelio desde una dimensión de la vida laical.
DESDE LOS INMIGRANTES Y REFUGIADOS
“Tú y los tuyos sois los que saturáis los servicios sanitarios de mi país, sois los que venís a robar. Tú y los tuyos sois los que maltratáis a las mujeres porque provenís de una cultura machista. Sois los que nos quitáis el trabajo. Sois los que cimbreáis mi conciencia, y esta, no dejo que la toquéis, no vaya a ser que la despertéis…”
Este año, he tenido la suerte de tener la experiencia de sentir que Dios me ha hablado cara a cara, de cerca. Él me ha interpelado en primera persona, “Y tú, ¿Quién dices que soy yo?”. Estar frente a hermanos donde la realidad está pintada de negro y la angustia es el pan suyo de cada día, han transformado mi presente en una pregunta directa, “Y tú, ¿Quién dices que soy yo?. Dios ha contactado directamente conmigo, sin intermediarios y sin interpretaciones, sin ninguna interfaz que haga disminuir la realidad del hecho. Y algo ha cambiado dentro de mí, la naturaleza de mi respuesta, la percepción ante la radicalidad del Evangelio, ante la dureza de la afirmación “el que pierda su vida por mi la salvará”, he sentido el inmenso Amor del Padre, la nueva oportunidad de ir paso a paso construyendo nuestro propio Reino de Dios, la fortuna de tener un golpe de suerte para construir un corazón nuevo, una verdadera experiencia con signos visibles para construir el Reino de Dios en la tierra. Este verano, cuando Dios, a través de cualquier hermano moreno me ha preguntado, “Y tú, ¿Quién dices que soy yo?”, lo he tenido fácil, lo he tenido cerca, he sentido que Dios se ha dirigido a mi en persona, en primera persona, y he tenido la maravillosa sensación de poderme enamorar de Dios en el Prójimo.
Quisiera detenerme en este dia en la actitud de Pedro, recriminando a Jesús, cómo su amigo, su maestro, iba a sufrir, iba a padecer y a ser condenado. Y Jesús le contesta que su mentalidad limitada y estrecha como la nuestra, no es el corazón abierto, sin limites, infinito de Dios.
Nuestros hijos son adolescentes y como tales, necesitan ya su espacio, sus intereses, diferentes a los nuestros como padres, sin embargo, en la mentalidad de los padres, los hijos siempre serán los niños a los que proteger, cuidar, incluso allanar el camino, es legítimo no desearles ningún mal, pero en ese afán de cuidar, llegamos también al excesivo proteccionismo. ¿Cómo vamos a dejar que carguen con su cruz? Se las llevamos nosotros, cargamos con sus cruces, sin darnos cuenta que lo que debemos hacer es acompañarlos. No es que desee sufrimiento para nuestros hijos, pero son ellos los que tienen que ponerse delante del Señor y ojalá lo reconozcan como Mesias y hsagan de su vida lo que Dios quiera para ellos, sin como Pedro, increparles en ningún sentido.