Distintos laicos hacen una breve sugerencia para la vida seglar. Cada uno contempla el Evangelio desde una dimensión de la vida laical.
DESDE LA FAMILIA
El nacimiento de nuestras hijas ha sido uno de los momentos más felices de nuestra vida, no solo en pareja como padres, sino tambien individualmente como personas. Es tan mágico, tan sobrenatural que intimida. Fruto del amor que nos profesamos, y del plan de Dios para con nosotros, una vida surge en el vientre de mamá. Y esa vida va desarrollandose autónomamente, “sin que nosostros hagamos nada”, hasta conformar un ser completo, en el que todo funciona acompasadamente. Es soprendente cuan compleja es la creación. Y una vez nacidas, se multiplican nuestras responsabilidades, puesto que el nuevo ser no es autosuficiente y nos requerirá para sobrevivir durante los siguientes años.
Cada nacimiento es diferente y a la vez todos iguales, mas todos son prueba palpable de la intervención de Dios en nuestra historia. Como dice la lectura de esta semana, “la mano del Señor está con ellas” y les acompañara siempre.
DESDE LA LLAMADA A LA SANTIDADMe imagino la escena, Zacarías e Isabel con su bebé yendo a cumplir con los ritos judíos. Zacarías, su padre, ha quedado mudo por dudar del plan de Dios en su familia, pero la vida sigue llena de nuevas oportunidades para recuperar los dones que recibimos de Dios.
Creo que en esta ocasión, Zacarías lo ve claro, su querida esposa Isabel tiene el Don y la Gracia de Dios en este asunto, y no va a volver a dudar. Se ha dado cuenta que Isabel sabe que el hijo que llevaba en su vientre es especial, porque ha nacido contra toda lógica.
Creo que la mudez de Zacarías , es el sin sabor de mi vida cuando la vivo sujeta a mis certezas, a mi clarividencia y a mi interés. Veo que no llama la atención a nadie, no hay chispa que cautive, y no hay frutos que ayuden a mostrar el reflejo de Dios.
Siento que el querer de Dios me llega incesante a través de las personas más cercanas y entonces ahí, justo en ese instante, dejarme hacer y aceptar con humildad el don de los otros, aunque no coincida con el mío. Ningún santo creo que en vida se aclamase como tal, sino que acepto y humilló y entonces sus vidas fueron altavoz y luz para la Iglesia.